sábado, 4 de agosto de 2012

Semana contra la Hepatitis: Reflexión 4

SCOPH: Comité Permanente de Salud Pública
28 de julio: Día mundial contra la Hepatitis

Aprendiendo a vivir con una enfermedad crónica: autoestima, salud y enfermedad


Inmediatamente se nos diagnostica una enfermedad crónica, somos  muchos los que comenzamos a imaginar y a pensar en nubes imaginarías donde sólo hay una cruz diciendo R.I.P. y una florecita solitaria sembrada al lado.
Hay dos tipos de enfermedades: agudas y crónicas.  Las enfermedades agudas (como un catarro o una gripe) suelen durar relativamente poco.  Sin embargo, las enfermedades crónicas son problemas de salud de larga duración (la palabra "crónico" proviene del término griego “chronos” que significa “tiempo”).
El hecho de padecer un trastorno crónico no implica necesariamente tener una enfermedad grave o que puede poner en peligro la vida de una persona — aunque algunas enfermedades crónicas, como el cáncer, SIDA y la Hepatitis, lo pueden hacer. 
Una enfermedad crónica o terminal disminuye nuestra autoestima porque afecta nuestra identidad y en ocasiones nuestra autoimagen.  Puede reducir nuestra sensación de control y seguridad, aumentando nuestra dependencia y sentimientos de incapacidad.
“La enfermedad nos hace sufrir”
Pero siempre hay algo que podemos hacer:

  Comprender cómo repercute una enfermedad crónica, en todas las áreas de nuestra vida.

  Saber qué hacer, algo que nos puede resultar paradójico.


La enfermedad y su repercusión.


Cuando estamos enfermos, podemos sentirnos vulnerables o incapaces de controlar el dolor, la enfermedad en sí o los aspectos de nuestra vida que se alterados por ella.

Cuando dicha enfermedad es pasajera, aun si nos incapacita momentáneamente, el saber que tiene un fin nos tranquiliza y nuestra autoestima no se ve afectada.  Pero cuando no sabemos lo que tenemos o cuando se trata de una enfermedad larga o crónica, nuestra autoestima disminuye significativamente.  En ambos casos, nuestra actitud y autoestima pueden hacer una gran diferencia.  No siempre podemos sanar, pero siempre podemos mejorar la calidad de nuestra vida y nuestra respuesta emocional.

Una enfermedad crónica, repercute en las distintas áreas de nuestra vida:

Personal.


A nivel personal, algunos de los principales aspectos que se ven alterados son:
Estilo de vida, emociones, identidad y autoimagen, tipo de pensamiento e Incapacidad, dependencia y falta de control personal.


Estilo de vida:


Los cambios, en este aspecto, dependen principalmente del tipo de enfermedad y de su tratamiento.
Necesitamos modificar nuestra alimentación, hábitos, adaptar nuestros horarios, disminuir o abandonar algunas de las actividades que realizábamos antes de enfermar.

Cualquier cambio puede ser difícil de manejar y provocar estrés o angustia.
Los "obligados" por la enfermedad, en un momento tan difícil, tienen una carga emocional mucho mayor.


Emociones:

Cuando tenemos una enfermedad crónica o de larga duración, la angustia, temor, coraje y/o depresión, forman parte de nuestra vida diaria.  También podemos sentirnos solos, abandonados y caer en la autocompasión.

A pesar de que alguna de estas emociones puede predominar, generalmente oscilamos entre una y otra.
El no poder manejar dichas emociones, aumenta nuestra sensación de incapacidad.

Identidad y autoimagen.


Todos tenemos una autoimagen, en función de la cual decimos:  "Yo soy…". 

Cuando tenemos una enfermedad crónica, sobre todo de cierta gravedad o con mayores limitaciones, todas nuestras características parecen perder importancia y sólo destaca la enfermedad.  La enfermedad se vuelve nuestra tarjeta de presentación.  Cuando nos percibimos a nosotros mismos, de una manera diferente, percibimos a los demás y nos relacionamos con ellos, también de una manera distinta.

Tipos de pensamiento.


Cuando estamos enfermos, nuestro pensamiento se vuelve negativo y pesimista.
Tendemos a exagerar, interpretar equivocadamente y a negar aquello que puede aumentar nuestro sufrimiento.
Esto nos lleva a una actitud rígida, que nos perjudica física y emocionalmente.  Si nos dejamos llevar por esta situación, nuestra autoestima se deteriora cada día más y más.

Familiar.

Una enfermedad crónica en uno de los miembros de la familia, provoca reacciones diferentes en los distintos miembros de la misma.  Pueden surgir sentimientos de protección, compasión y necesidad de ayudar al enfermo.
O enojo y resentimiento contra la vida, Dios, la suerte o el enfermo mismo. En este último caso, generalmente dicho coraje va acompañado de culpa y auto recriminaciones. Además, según el tipo de enfermedad y relación, la tensión y el cansancio pueden ser constantes en los familiares cercanos y cuidadores.
Esto genera problemas con el enfermo, aumentando el malestar emocional y físico de este último.

Social.


Una enfermedad crónica está casi siempre presente en quien la vive.
Afecta sus sentimientos, pensamientos y conductas. Por lo tanto, repercute en sus relaciones.
Ya sea en la frecuencia de las mismas o en su calidad.

Por otro lado, tratar con una persona que tiene una enfermedad crónica grave, afecta a quienes conviven con ella.
Dependiendo del tipo de enfermedad y de la relación, las personas pueden evitar al enfermo, tenerle poca paciencia o compadecerlo, fomentando, inconscientemente su incapacidad y autocompasión.  Un mal manejo de la sociedad y de los amigos, puede ayudar a la disminución de la autoestima del enfermo.

Aspecto económico.

Una enfermedad crónica implica gastos altos y constantes.
Dependiendo del tipo y gravedad de la misma, así como de los tratamientos, el aspecto económico puede volverse uno de los principales problemas.

Cuando esto sucede, no sólo se debilita la autoestima del enfermo, sino que pueden surgir problemas importantes con las demás personas que se ven afectadas económicamente.
Lo cual perjudica la salud física y emocional del paciente, dándose un círculo vicioso que genera. 

El trabajo.

El trabajo es importante en nuestras vidas.
Todos trabajamos, aunque, equivocadamente, mucha gente sólo considera trabajo al que es remunerado.   Con frecuencia es parte importante de la identidad del que lo realiza.  Cuando una enfermedad crónica repercute en la calidad de nuestro desempeño o nos impide trabajar, nuestra autoestima puede verse afectada.

¿Qué hacer?


*Analiza tus pensamientos y sentimientos en relación a tu enfermedad.
*No siempre es fácil hacerlo y menos estando enfermo.
*Si es necesario, busca el apoyo de tu médico o de alguna persona en quién confíes y con quién puedas hablar abiertamente.
*Revisa cada uno de los aspectos relacionados con la enfermedad y busca los elementos que te están afectando.
*Aprende a darte el tiempo y el espacio que necesitas para tus actividades y para manejar tus emociones.
*No seas demasiado duro contigo mismo.
*No te pierdas en recriminaciones o culpas que no te llevan a ningún lado y sólo te desgastan física y emocionalmente.
*Lo que sucedió, independientemente de que tan importante haya sido, ya no puede cambiarse.
*Lo que va a suceder en el futuro, generalmente son simples especulaciones.
*Aun si estás seguro de lo que va a pasar, no pierdas tu tiempo y energía, preocupándote por algo que no está en tus manos.
*Cuídate lo mejor posible.
*Trabaja sobre tu autoestima.
*Busca el apoyo y la compañía de la gente importante para ti.
*Ten cuidado – No caigas en la autocompasión y el chantaje emocional o en querer dar una imagen de fortaleza e independencia tal, que aleje a todo el mundo.
*Cualquier enfermedad nos provoca emociones negativas y muy desgastantes.
*Nuestros pensamientos juegan un papel determinante en dichas emociones.


Reflexiona:  ¡Vive el momento presente!

"La semilla de la enfermedad puede florecer y crecer silenciosamente.  Pero son nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes, el abono que le permite afianzar sus raíces y extender sus ramas con mayor fortaleza."  -Silvia Russek.

Fuentes virtuales:








Yasmina Grullón Peña
Miembro activo ODEM
Universidad Católica Tecnológica del Cibao (UCATECI)


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