El
Benemérito de las Américas, Benito Juárez, inmortalizó la frase: “El
respeto al derecho ajeno, es la paz”. A esta frase me acojo a la hora de
compartir mi pequeña anécdota, que busca ser una reflexión a propósito del Día
Mundial Sin Tabaco, a celebrarse este 31 de mayo del 2014.
Era una tarde hermosa y calurosa,
propia de la ciudad donde vivimos, cuando un grupo de amigas y compañeras de
estudio nos disponíamos a compartir en una denominada “tarde de chicas”, por motivo del
recibimiento a una de las nuestras, que
estuvo en tierras extranjeras por una larga temporada. A la hora de elegir el
lugar a donde dirigirnos, teniendo como requisito indispensable que además de
ofrecer buen servicio, el lugar debía disponer de espacios abiertos, ya que
nuestra recién llegada amiga se vio cohibida de disfrutar de estos lugares por
mucho tiempo, por estar residiendo en una nación en conflicto, inestabilidad
política e inseguridad social y por tal razón estaba ávida de esos lugares.
Luego de sopesar varias opciones, surge de manera unísona el nombre de un lugar
de nuestra Zona Colonial, famoso por su buen servicio, rica comida y una
excelente pizza y, sobre todo, un lugar
que cuenta con espacio abierto, al aire
libre, que era lo más importante para nosotras en ese momento. Una vez resuelto
ese dilema, allá nos dirigimos cuatro chicas entusiastas y felices de vernos
reunidas luego de una buena temporada, se imaginarán cuántas cosas que contar,
cuántas cosas que preguntar, para lograr ponernos al día en tan solo una tarde.
La tarde transcurría de maravilla, según lo pautado, la temperatura comenzaba a descender, el viento soplaba una
brisa agradable, en el lugar elegido sonaba una música de fondo con agradable
tono al oído humano, los aperitivos exquisitos y sosteniendo una charla muy
amena. Bueno, ¿qué decirles? Todo iba de
acuerdo a lo planeado, hasta que llega el momento del “PERO”, sí, porque existe un PERO, existe una nota
discordante que es la razón de este escrito.
Como queríamos disfrutar de espacios
abiertos, elegimos una mesa en el referido
lugar que estuviese al aire libre, donde pudiéramos disfrutar de la hermosa
vista colonial y la agradable temperatura. Todo como comentaba, era perfecto,
hasta que tres jóvenes que no podían llegar a 22 años de edad, eligieron una
mesa contigua a la nuestra y comenzaron a fumar de forma inmediata. Nosotras,
conscientes de que es un espacio abierto y que fumar no es ilegal a pesar de todo
el daño que produce, no dijimos nada, a pesar de que el ambiente ya no
resultaba tan agradable, tratando de esta forma que nuestra bonita tarde no
resultara afectada por ello. Decidimos olvidar al recién llegado grupo y
continuar con nuestra tertulia femenina, pero como bien dicen: “la tolerancia tiene
un límite”, y la nuestra llegó al suyo cuando nuestros vecinos de mesa
exhalaban el humo de sus cigarros en dirección a la nuestra, llegando a
imposibilitar hasta el seguir conversando. Como resultado, una de las afectadas hizo saber de su incomodidad
a los responsables, manifestándoles que tuvieran más cuidado o que se retiraran
un poco. Sin embargo, recibió como respuesta, una total indiferencia. En vista
de esto, le hicimos saber a uno de los camareros, a lo que nos respondió que no
podían hacer nada, que como ya sabíamos, ellos tenían derecho a fumar, siempre y
cuando lo hiciesen en lugares abiertos.
Yo, conociendo a este grupo de
isleñas, egresadas de la universidad estatal, poco tolerantes a los abusos,
luego de escuchar tamaña respuesta, sugerí optar por pedir la cuenta y
marcharnos a otro lugar. Fue tal nuestro desagrado e indignación, que meditábamos
sobre el término empleado por el camarero, “derechos”, ellos tienen derecho a
fumar, siempre y cuando lo hagan en espacios abiertos.
Expuesto esto, amigos, me hago las
siguientes interrogantes:
¿Y nosotras a qué tenemos derecho? ¿No
tenemos derecho a vivir en un ambiente libre de humo? ¿No tenemos derecho a
vivir en un mundo libre de tabaco y sus efectos nocivos? ¿No tenemos derecho a
respirar un aire sin contaminación? ¿No tenemos derecho a elegir no ser
fumadores activos, ni mucho menos ser obligados a convertirnos fumadores
pasivos? ¿Dónde quedan los derechos de los que decidimos no fumar? ¿Tendremos que cohibirnos de disfrutar lugares abiertos para no ser víctimas de
situaciones como la antes descrita?
¿Qué dicen, compañeros? ¿Cuál debe ser
nuestra defensa en estas circunstancias?
¿Simplemente retirarnos y permitirles disponer de nuestros derechos?
Esperando sus sabias respuestas, me
permito terminar mi intento de reflexión con la frase del gran filósofo y
teólogo, Santo Tomás de Aquino, la cual reza de la siguiente forma; "Mi
libertad termina donde empieza la de los demás".
Dra. María Y.
Caraballo Lorenzo
Coordinadora
Nacional SCOPH-ODEM 2014
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